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jueves, 14 de noviembre de 2019

EDUCACIÓN DESAHUCIADA


                                  

Enseñar es el arte de emocionar al alumno a través de los sentidos. Creando en su mente, un andamiaje de estrategias, contenidos y herramientas que dará lugar al aprendizaje. La educación debe preparar para la vida y estar centrada en enseñar a pensar a los alumnos. A pesar de la cantidad de estudios que ha habido a lo largo de la historia sobre pedagogía, la enseñanza en nuestros días sigue basada en la memorización y en seguir libros de texto de forma mecánica. Fröbel ya hablaba en el siglo XIX sobre la importancia del conocimiento del niño y adolescente para adecuar las intervenciones educativas en cada periodo. De hecho, es el precursor de la escuela activa, en la que se oponía a la tradicional clase en la que el alumno escuchaba de forma pasiva mientras el maestro daba una clase magistral. Destaca la importancia de aprender a través de los sentidos, destacando el valor de la actividad espontánea, la creatividad, Pues bien, algo estamos haciendo mal, muy mal, cuando en la mayoría de nuestros colegios e institutos, este movimiento aún no ha llegado dos siglos después. Olvidamos que el juego es la base del aprendizaje y del desarrollo mental del niño. Decroly, a principios del siglo XX, propugnó la diferenciación de los alumnos según necesidades y características, y se basa en el principio de interés, “el niño solo aprende lo que le interesa”. Cada niño tiene unos ritmos de aprendizaje e intereses diferentes. 
En nuestras aulas tenemos una media de 25 alumnos en primaria e infantil y 30-35 en secundaria, con unos contenidos que marca el currículo y que debemos conseguir al finalizar el curso. Seguimos un libro que estableció una editorial. Y con todos estos datos, cuando nos damos cuenta nos vemos inmersos en una espiral de exigencia a nuestros alumnos donde no cabe nada que no sea memorizar y avanzar contenido para llegar a lo que nos marca la ley. Sin olvidar la presión de los padres, que alimentan esta dinámica, pues quieren que aprendan de todo, que aprendan a tocar un instrumento, aprendan inglés y alemán o chino, que en el fútbol sean los mejores… Sin darse cuenta que, ejerciendo esta presión sobre el sistema educativo profesores y alumnos, lo que están creando, son unos datos falsos sobre el resultado que obtienen sus hijos. Si el alumno no llega a los contenidos y a la carga de trabajo exigida, muchos padres se dedican en cuerpo y alma a sus estudios, para que el niño alcance al menos, el mínimo resultado para superar la asignatura, pero, ¿a costa de qué? No son conscientes que los niños llegan al nivel esperado de forma vacía, artificial, forzada… lo han memorizado, van al examen, lo “vomitan” y se acabó, ya no saben nada. (Este es el principio del fracaso escolar).
 ¿Es que alguien se ha planteado si el niño tuvo tiempo de asimilar la información y establecer conexiones con aprendizajes previos buscando su acomodación? ¿Qué herramientas utilizó, qué reglas mnemotéticas…?¿Los docentes de nuestros centros conocen cómo funciona el cerebro para aprender en cada etapa evolutiva del alumno? ¿Dónde queda la motivación y las ganas de aprender? ¿Dónde queda la autoestima de los niños que, a pesar de  un grandísimo esfuerzo, no llegan a los mínimos exigidos? ¿Cómo pueden llegar todos al mismo sitio al mismo tiempo de la misma forma? Y lo más importante y preocupante, ¿Cuándo juegan los niños de hoy? Y por juego me refiero al juego tradicional, en el que se rompen pantalones en las rodillas, en el que los niños se socializan, en el que salen a la calle haga frío o calor, en el que inventan juegos desarrollando la imaginación y por ende el aprendizaje.
Juego e imaginación en la infancia, ¿serán pronto una quimera en el mundo actual? Giner de los Ríos, fundó la institución libre de enseñanza en la que defendía como principios más importantes:  el valor de la actividad del niño y el juego, la enseñanza comunicativa no memorística y enseñar al niño a pensar por sí mismo. Jugando, el niño se emociona, pone interés en lo que hace y acaba aprendiendo con más rapidez y de forma significativa. Así, siguiendo la teoría psicogenética de Piaget, el niño va construyendo su propio conocimiento elaborando esquemas cada vez más complejos a partir de los previos. Es lo que se denomina construcción de la inteligencia. Como docentes, somos los encargados de esta compleja tarea, aprovechemos pues, todos los conocimientos que tenemos y las ventajas intrínsecas del juego para desarrollarla. Sin olvidar que el niño es un ser social. Vygostky da mucha importancia al lenguaje y a la interacción del niño con los adultos y con la sociedad como factor imprescindible para facilitar el proceso de aprendizaje. En la Declaración de los Derechos del Niño, adoptados por la Asamblea de la ONU el 30 de noviembre de 1959, en el principio 7 se expone, "El niño deberá disfrutar plenamente de juegos y recreaciones; la sociedad y las autoridades públicas se esforzarán por promover el goce de este derecho". Karl Groos (1902), defiende el juego como preparación del niño para la vida adulta y como fenómeno de desarrollo del pensamiento y de la actividad. Piaget (1956) asocia estructuras básicas del juego con las fases evolutivas del pensamiento humano: ejercicio, simbólico y reglado. Podríamos seguir citando autores que defienden en sus investigaciones las bondades del juego, pero lo que buscamos es dejar claro que todo docente debe tener en cuenta las ventajas del juego y la necesidad de incluirlo en su trabajo. Al igual que los padres deben priorizar el juego de sus hijos ante otros aprendizajes reglados o no reglados y apoyar su integración en el centro escolar.
Otro aspecto preocupante es la motivación en los alumnos. ¿Tenemos alumnos motivados en las aulas españolas? Es muy común escuchar a un alumno decir: - A mi me encanta la Física y la Química porque tuve un profesor estupendo. O, - Yo decidí estudiar Geología porque el profesor de Ciencias nos llevó a excursiones y aprendimos actuando… Los docentes tenemos gran parte de responsabilidad sobre el aprendizaje y nivel de éxito de nuestros alumnos. Y no me refiero a notas numéricas, que es el cimiento básico de nuestro sistema educativo actual, muy a nuestro pesar. Me refiero al aprovechamiento, al aprendizaje real, a la necesidad de saber más sobre algo. Me refiero a despertar en los alumnos un deseo que les lleve a seguir aprendiendo, que investiguen, pregunten, cuestionen… Deben tener muy claro, que no todos valen para lo mismo y eso no es mejor ni peor, solo les hace diferentes. Que, si luchan por lo que quieren, lo acabarán consiguiendo, que deben confiar en sus posibilidades.  Entonces, solo entonces, la educación de este país empezará a mejorar. Cuando fomentemos las ganas de aprender, les ayudemos a conseguir sus metas. Cuando su aprendizaje sea real, activo y participativo. Cuando los alumnos dejen de estudiar únicamente movidos por la necesidad de obtener una nota que agrade a la sociedad, sin importar si el aprendizaje se produjo o no. Cuando sepan trabajar en equipo, respeten y sean respetados. Cuando lo importante sea la calidad y no la cantidad de aprendizaje. Solo en ese momento, nuestra educación comenzará a cambiar.
Cris Nóvoa 14 Nov 2019